«Form follows function» – diseño y aspectos funcionales de un presostato Mientras en el sector de consumo las cuestiones de diseño son de primordial importancia y constituyen factores destacados para la diferenciación, en la industria estos temas todavía ocupan un lugar de menor categoría.  Por otro lado pueden observarse productos que no consideran aspectos funcionales.  Este artículo sostiene que el buen diseño y la funcionalidad no son aspectos contradictorios como puede observarse en el caso de este presostato que ha recibido el renombrado premio “IF-Award”.

A menudo se asocia el diseño con conceptos limitados a la apariencia exterior. En el mundo anglosajón y cada vez más en el mundo hispanoparlante,  sin embargo se refiere más bien a la creación constructiva e integrada incluyendo tanto conceptos funcionales como las de la apariencia. Aun se aprecia la distinción entre la apariencia exterior y la funcionalidad interior en los departamentos de desarrollo del sector industrial. Si bien se nota un cambio en los últimos años, esta distinción perceptual produce un mal entendimiento del  lema “form follows function”.  La forma precisamente no significa la subordinación a aspectos funcionales, sino se la considera como continuación lógica de realización o materialización de la función y por lo tanto como elemento inseparable de la misma.

Creación deliberada  –  no es cuestión baladí
Muchos profesionales perciben la creación deliberada de la buena apariencia exterior como decoración de escasa utilidad. Muy pocas compañías practican de manera habitual la colaboración escrupulosa con diseñadores industriales en el proceso de desarrollo.  Poco a poco se impone la consciencia de que el buen diseño es la plasmación concreta de conceptos funcionales con el fin de crear productos industriales con un diseño coherente. 

La consecución de un proceso sostenible de generación de resultados destacables es una larga trayectoria y empieza con un cambio cultural en la gestión del producto.  Precisamente en el negocio B2B muchos responsables perciben el proceso de compra todavía como una decisión racional sobre la satisfacción de necesidades funcionales bajo el mejor precio. Pero hay que destacar que cualquier decisión está marcada también por elementos emocionales e incluye la ponderación de oportunidades y riesgos.  Incluso en procesos altamente formalizados quedan factores que no pueden calcularse con fórmulas rígidas porque contienen un determinado grado de subjetivas estimaciones e impresiones: – Fiabilidad del proveedor –  Reacción del proveedor ante un cambio de  mis exigencias –  Actitud en cuestiones de calidad hoy y en el futuro

La confianza como base de la decisión de compra
Una gran parte de estas valoraciones gira alrededor de la confianza hacia el proveedor. Lo mismo vale si se trata de la valoración de un producto. Además de parámetros meramente formales como velocidad o precisión, es la confianza hacia el producto que siempre forma parte de la decisión. Sin embargo la cuestión es: ¿cuál es la fuente de dicha confianza? ¿Cómo es posible que a primera vista pueda percibirse cuál es el producto más sólido y de calidad superior?.

Esta valoración no se deduce de datos medibles sino de la experiencia concreta y tangible del producto, o sea de su textura, su forma, su superficie, su color, su acabado y su peso. Nuestros sentidos captan enseguida las diferencias más finas por ejemplo si algo tiene la textura de hojalata barata o si está fabricado de un metal sólido. También apreciamos al instante que la función no está en concordancia con la forma si la forma parece imponerse a la función en lugar de apoyarla.  Nos damos cuenta si una pieza es de plástico barato y mal acabado o si, al revés, parece de alta calidad y fiabilidad. El diseño incluye todos estos elementos.

Una vez llegado a esta conclusión fundamental se procede con el próximo paso: un análisis bien detallado de las expectativas y exigencias hacia este producto desde la perspectiva del cliente y la descripción exacta de su función diaria. Además se debe establecer la identidad y la delimitación del producto contemplando su aplicación determinada, la propia cartera y el posicionamiento en comparación con los productos de la competencia.   

En primer lugar una concisa descripción, luego una construcción orientada a los objetivos
La descripción concisa forma la base para orientar el desarrollo del producto y su forma constructiva. Si la compañía no dispone de un departamento propio de diseño debe recurrir a diseñadores industriales externos. A menudo el personal de la construcción muestra ciertas reticencias y falta de comprensión sobre el valor que pueda aportar un diseñador externo.   Sin embargo el buen entendimiento entre diseñador externo y el constructor es vital y por lo tanto se deben evitar las reticencias desde el inicio de la colaboración.  La implicación de los constructores en el briefing con el diseñador fomenta a menudo una colaboración de respeto mutuo. Un buen diseñador siempre convence fácilmente con sus pruebas de trabajo y sus conocimientos específicos sobre procesos de fabricación y materiales.

La fase creativa: experimentar distintas variaciones
En esta fase se realizan varios esbozos para concretar las formas necesarias para satisfacer las exigencias hacia el producto.  Con esquemas y modelos se visualizan las proporciones y las funciones básicas. Puede ser provechoso consultar varios diseñadores porque esta fase debe realizarse solo una vez y debe incluir el máximo de posibles soluciones.  Los criterios primordiales siguen siendo las exigencias objetivas con  escalas de valoración medibles para evitar decisiones provocadas  por el gusto subjetivo del tipo “Esto sí que me gusta”.  Una vez tomada la decisión fundamental  sobre el diseño se prosigue con los detalles.

Modelo_presostatos

Modelos de presostatos para comprobar la funcionalidad

La colaboración estrecha en una atmósfera de confianza entre diseñador, product manager, departamento de construcción, proveedores externos y construcción de herramientas es decisiva para el éxito del producto final.  Al fin y al cabo es el entusiasmo por el detalle, que genera la verdadera calidad.

La mejor idea puede verse truncada si se realiza con descuido y sin empeño. Y es a partir de este momento cuando empieza la cuenta atrás en términos de tiempo y de costes. Los miembros del  equipo deben mostrar disciplina y voluntad incondicional para seguir la trayectoria sin rodeos y deben eliminar cualquier impedimento que pueda surgir. La experiencia muestra que las dificultades pueden ser de enorme magnitud.

Presostato

Comparación modelo y producto en serie

Los procesos de producción inicialmente planificados pueden resultar imposibles de realizar;  superficies que no resultan suficientemente moldeables, diversos materiales que no existen o no disponen de la homologación necesaria etc. Todo tipo de dificultades pueden surgir con la consecuencia de que el equipo pueda caer en la tentación de aceptar soluciones a medias. Un buen diseño, sin embargo consiste precisamente en la superación de estas dificultades.

Fase final y comercialización profesional
En la fase final del proyecto, con las primeras muestras en la mesa vuelve a predominar el entusiasmo por lo logrado. El product manager toma las riendas y prepara la comercialización profesional del producto. Esto incluye también la decisión sobre la participación en las numerosas competiciones de diseño para conseguir uno de los prestigiosos premios de diseño, como mérito a la disciplina y la visión.  El manejo eficaz de las herramientas de comunicación es un elemento importante del proyecto para dar a conocer a los usuarios potenciales y a los decisores las ventajas y posibilidades del nuevo producto.


 



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